Editorial: ¿Las rotondas de Santa Ana hacen las calles más seguras o más peligrosas?

Foto de The OC Reporter/ ¿Seguridad o peligro en Santa Ana?

Las rotondas suelen considerarse una solución moderna a los problemas del tráfico urbano: reducen la velocidad de los vehículos, eliminan las colisiones transversales a alta velocidad y, en teoría, crean calles más tranquilas y seguras. Por eso, Santa Ana, al igual que muchas ciudades del país, las ha ido instalando poco a poco, desde corredores céntricos hasta tranquilas manzanas residenciales, como parte de una iniciativa más amplia de pacificación del tráfico.

Pero cuando una rotonda se encuentra cerca de un cruce peatonal donde un querido miembro de la comunidad es atropellado y muere, como le ocurrió a María Rubalcava de Ruesga, de 69 años, en las calles Bishop y Shelton en noviembre de 2025, no basta con citar las estadísticas nacionales. Los residentes se plantean preguntas urgentes y locales: ¿Funciona este diseño aquí? ¿Para quién? ¿Y a qué precio?

El accidente fatal, seguido pocos días después por una colisión de varios vehículos cerca de otra rotonda del centro, en las calles Bush y 8, ha intensificado las preocupaciones que venían latentes. Los vecinos reportan confusión, comportamiento errático al volante e incluso un aumento en la velocidad al circular por patrones circulares desconocidos. Una rotonda, que antes era una simple señal de alto de cuatro vías, se ha convertido en un lugar frecuente de cuasi accidentes, según informes locales.

Esto no significa que las rotondas sean intrínsecamente defectuosas. Datos de la Administración Federal de Carreteras e ingenieros de transporte muestran sistemáticamente que reducen los accidentes graves hasta en un 80 % en comparación con las intersecciones señalizadas. Pero el éxito depende de algo más que solo asfalto y pintura. Se basa en una señalización clara, una iluminación adecuada, cruces peatonales adecuados, educación vial y, fundamentalmente, la participación de la comunidad antes de que comience la construcción.

El compromiso de Santa Ana con Visión Cero —eliminar las muertes por accidentes de tránsito— es encomiable. Sin embargo, la infraestructura que prioriza el flujo vehicular sobre la claridad peatonal puede ser contraproducente, especialmente en vecindarios con personas mayores, niños y mucho tráfico peatonal.  Si los residentes se sienten menos seguros, es una señal que vale la pena tomar en cuenta.

Instamos a la Ciudad de Santa Ana a detenerse, escuchar y evaluar. Publicar datos de accidentes antes y después. Realizar una auditoría de seguridad de las rotondas recientemente instaladas. Organizar foros vecinales, no solo para dar explicaciones, sino también para el codiseño. La seguridad no se trata solo de métricas de ingeniería; se trata de si las personas se sienten seguras al caminar a la parada de autobús o cruzar la calle para visitar a un vecino.

Las rotondas pueden ser parte de un futuro más seguro, pero solo si se diseñan pensando en las personas, no solo en el tráfico.

— Consejo Editorial de The OC Reporter

Editorial: Are Santa Ana’s Roundabouts Making Streets Safer—or More Dangerous?

Photo by The OC Repoorter/ Safety or Hazard in Santa Ana?

Roundabouts are often hailed as a modern solution to urban traffic woes: they reduce vehicle speeds, eliminate high-speed T-bone collisions, and, in theory, create calmer, safer streets. That’s why Santa Ana, like many cities across the country, has been steadily installing them—from downtown corridors to quiet residential blocks—as part of a broader traffic-calming initiative.

But when a roundabout sits near a crosswalk where a beloved community member is struck and killed, as happened to 69-year-old Maria Rubalcava de Ruesga on Bishop and Shelton Streets in November 2025, it’s not enough to point to national statistics. Residents are asking urgent, localized questions: Is this design working here? For whom? And at what cost?

The fatal crash—followed just days later by a multi-vehicle collision near another downtown roundabout at Bush and 8th Streets—has amplified long-simmering concerns. Neighbors report confusion, erratic driver behavior, and even increased speeding as motorists navigate unfamiliar circular patterns. One roundabout, converted from a straightforward four-way stop, has become a frequent site of near-misses, according to local accounts.

This isn’t to say roundabouts are inherently flawed. Data from the Federal Highway Administration and transportation engineers consistently show they reduce severe crashes by up to 80% compared to signalized intersections. But success depends on more than just asphalt and paint. It hinges on clear signage, proper lighting, adequate pedestrian crossings, driver education—and, crucially, community input before construction begins.

Santa Ana’s commitment to Vision Zero—eliminating traffic deaths—is commendable. Yet infrastructure that prioritizes vehicle flow over pedestrian clarity can backfire, especially in neighborhoods with seniors, children, and high foot traffic. If residents feel less safe, that’s a signal worth heeding.

We urge the City of Santa Ana to pause, listen, and evaluate. Release before-and-after crash data. Conduct a safety audit of recently installed roundabouts. Host neighborhood forums—not just for explanation, but for co-design. Safety isn’t just about engineering metrics; it’s about whether people feel secure walking to the bus stop or crossing the street to visit a neighbor.

Roundabouts can be part of a safer future—but only if they’re designed with people, not just traffic, in mind.

— The OC Reporter Editorial Board